La sociedad limeña en “Los Cachorros” de Vargas Llosa
- Carlos Chuquilin
- 2 feb 2023
- 3 Min. de lectura

Seguro han escuchado a personas exclamar: “¡Río para no llorar!”. Dos emociones opuestas conectadas a tal grado que configuran una herramienta para asimilar acontecimientos trágicos y decepcionantes que empobrecen el retrato de la capital peruana, uno cuyo futuro no verá la luz y que hoy en día es manchado por el divisionismo y la inmoralidad. A veces es mejor reírse, porque esta obra teatral que estamos espectando no parece tener final feliz.
En 1967, el ilustre escritor peruano, Mario Vargas Llosa, publicó una novela corta llamada “Los cachorros”. Esta obra no solo relató las situaciones trágicas y melancólicas de un adolescente, sino que buscó realizar una crítica social a la población limeña y a la reacción que las personas pueden tener ante un suceso calamitoso.
De igual manera, el nobel de literatura abordó temas como el machismo y el rechazo al no seguir los esquemas sociales. En su obra, plasmó a un grupo de chicos quienes siguieron los ideales de una sociedad burguesa y vieron cómo una ciudad insensible pudo oponerse frente al malestar que vivía uno de sus compañeros. Todo ello lo retrató tomando en cuenta la imagen de la capital de la mitad del siglo XX, pero ¿te parece que todo lo mencionado anteriormente ha desaparecido?
En mi opinión, Vargas Llosa dejó un mensaje que perdura con el tiempo, que no ha hecho más que dar a pensar si en verdad Lima ha progresado en algunos aspectos. La inmoralidad en la que se vio sumida la capital no fue más que un agregado a lo que venimos arrastrando por años y no hemos podido soltar ni cambiar. Los pensamientos absurdos y la falta de empatía por los demás han ocasionado sucesos desastrosos que han quedado marcados en diversas personas.
Siguiendo aquella línea, ¿qué vemos en la actualidad? Las calles están llenas de comentarios pesimistas, noticias turbias e ignorancia por doquier. La manera tradicional de informarse se ha convertido en el boca a boca diario y en mirar vídeos de un minuto explicando temas que podrían abarcar una hora. La política ha acaparado los periódicos, tan es así que el tema sanitario no nos duró ni medio año en plena pandemia al pasar por una “nueva” crisis en el gobierno.
En la capital peruana, se ha vuelto una tradición encontrar conductores peleándose porque uno sobrepasó al otro, políticos vociferando sus ideologías y restando importancia a las de los demás, egoístas defendiendo sus intereses, personas reacias que viven del problema diario que surge en la sociedad, entre muchos otros personajes. Todo ello se ha vuelto normal y lo hemos aceptado no solo como costumbre limeña, sino como costumbre peruana. Incluso, hasta lo hemos etiquetado con términos como “criollada”: lo hemos vuelto parte de nuestra cultura sin siquiera darnos cuenta.
Tú que dices, ¿a todo ello podemos agregarle los problemas de la Lima de los sesenta? ¿O acaso no ha visto casos inmorales, como los que retrató Vargas Llosa, en la Lima del siglo XXI?
Por otro lado, ¿nos damos un momento para mirar a nuestro alrededor? Cada vez hay más personas que proclaman un odio exorbitante a la capital y tildan a sus habitantes de vivir desinformados de la realidad de otras ciudades peruanas. Nos enfocamos en defender nuestras posiciones y nunca en escuchar a los demás. No estamos abiertos al cambio (al menos no por ahora).
Como verán, Lima está llena de funestos sucesos y patéticos actos. Las incertidumbres que abarcan a la capital se han vuelto incontables y no han estallado en esta década, sino que se han acumulado con el pasar de los años. La ciudad se ha convertido en una obra teatral: cada día que pasa se añaden más personajes, más elementos y más problemas.
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