¿Esquina baja?
- César Valdivia
- 22 sept 2023
- 2 Min. de lectura

Escribe: César Valdivia
Hago mis prácticas preprofesionales en el distrito de San Isidro, famoso por ser poco accesible con el transporte público. Muchas veces, me veo en la penosa necesidad de tirar mi ya escaso sueldo de practicante en taxis para ir y volver del trabajo.
Sabrán, entonces, que mi vida está en constante modalidad de ahorro, por lo que grata fue mi sorpresa cuando encontré algo -para mí- impensado en la ciudad de Lima: transporte público, formal y gratuito. En efecto, la línea de buses de la municipalidad de ese distrito es tan pero tan formal que solo se detiene en paraderos establecidos, tan pero tan formal que siempre está razonablemente limpia y tan pero tan formal que nunca corretea por pasajeros - una auténtica maravilla.
En este bus que parece sacado de una película gringa, se contemplan avistamientos extraños; ajenos - dignos de las ciudades más civilizadas de Europa o hasta de una civilización extraterrestre. Creo que la observación que más me marcó fue una muestra de solidaridad y compañerismo espontánea realizada por los pasajeros que, al parecer, están acostumbrados a este inusual comportamiento: ¿me creerá si le digo que todos los pasajeros le agradecieron vocalmente y en coro al chófer antes de bajar en una parada?
¿Me creerá si le digo que los adultos mayores viajan solos y sin dificultades en este tipo de bus? En un momento, un joven -que hasta el momento había pasado completamente desapercibido-, se ofreció voluntariamente a ayudar a bajar a un hombre de la tercera edad. Contra todo pronóstico, el chofer del bus mantuvo la unidad detenida hasta que ambos bajaran y nadie le exigió que se apure.
Si tuviera que buscarle, como sea, un punto malo, tendría que decir que el dichoso bus no me deja en la esquina de la universidad, sino varios metros más lejos, en el paradero de la Avenida Prescott. Pero seamos honestos: este es un módico precio cuando considero la posibilidad de relajarme, escuchar música y tener un sol de paz en el camino de regreso del trabajo sabiendo que no seré una víctima más del transporte informal de Lima.
Así que, estimado lector, ya lo sabe: si alguna vez quiere salir de Lima, tome un bus del Expreso San Isidro. Lo único que hará será dar vueltas como loco por el distrito, pero lo que verá será completamente ajeno a la realidad a la que estamos acostumbrados. No sé qué sucede en este bus. No sé si se trata de un aura extraterrenal de solidaridad y desapego que invade cada unidad de la línea y se contagia a sus pasajeros, o si simplemente se trata de la magia del cine.
Solo sé que es una experiencia hipnotizante - y gratuita.
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