Azulito el brujito
- Daniela Sánchez Solimano
- 9 mar 2023
- 5 Min. de lectura

Escribe: Daniela Sánchez
Hace muchos años, antes de que se festeje Halloween o la canción criolla, o incluso antes de que siquiera exista la religión, existía un gran bloque de tierra dividido en ciudades llenas de gente mágica. Duendes, brujas, hechiceros, hadas… Todos eran habitantes de las distintas aldeas llenas de vida y magia. Dentro de aquellos habitantes, estaba la familia Possito, quienes eran una familia de brujas y brujos.
Fue un 31 de octubre de aquellos años, cuando nació el último de los Possitos: Azulito. La madre de Azulito tardó 30 horas en dar a luz entre llantos y gritos de dolor. Sin embargo, supo que todo había valido la pena cuando vio a su pequeño bebé entre sus brazos. Enseguida, supo que ese niño sería su alegría y su adoración durante los siguientes años.
Azulito era el menor de tres hermanos con quienes iba a la misma escuela de magia. Él vivía junto a su familia en una casa muy acogedora, rodeada de muchas otras donde vivían otros hechiceros, hechiceras; brujos y brujas.
Pasaron los años y la vida de azulito seguía estando repleta de amor y magia. Azulito vio a su hermano mayor graduarse e irse a la gran Universidad de Magia, lugar al que Azulito anhelaba ir. También, vió a su otro hermano mudarse de ciudad para empezar una nueva vida con un hada que conoció en el campo… El tiempo pasaba tan rápido que, sin darse cuenta, llegó el último año de escuela. Toda su familia estaba muy emocionada por ver al bebé - que ya no era un bebé - de la familia graduarse y estar a punto de irse a la gran Universidad de Magia, la cual quedaba en una ciudad lejana.
Un día, Azulito estaba paseando en su alfombra mágica, disfrutando de sus últimos días de vacaciones antes de empezar su último año. De repente, una luz parecía verse a lo lejos. Esta iba creciendo y creciendo hasta que pareció estallar. Azulito no entendía nada de lo que estaba sucediendo, ya que estaba en lo alto del cielo. Decidió entonces volver rápido a casa. Sin embargo, grande fue su sorpresa al ver que toda la aldea estaba destruida: las casas apenas y estaban habitables; las familias no entendían lo que pasaba. Pero lo que más sorprendió a todos fue el hecho de que su magia no funcionaba: la aldea mágica no tenía magia. Azulito corrió hacia sus padres, quienes estaban muy nerviosos y confundidos, pero sanos, por suerte.
Pasaron horas llenas de incertidumbre hasta que la alcaldesa se hizo presente. Indicó a todos que había sido algún atentado del pueblo vecino con quien tenían una guerra. Ante esto, pidió a todos los niños que no se separen de sus padres y se queden en casa. Azulito hizo caso las primeras semanas: se quedó en casa practicando sus trucos de magia y conjuros para estar preparado al retornar a la escuela. No obstante, grande fue su molestia cuando la alcaldesa emitió un comunicado donde se decía que la situación estaba empeorando y que no habría escuela ese año. Molesto, se encerró en su habitación y empezó a pensar en alguna solución para no perder su último año y poder asistir a la Universidad como su hermano mayor.
De pronto, una idea surgió por la cabeza de Azulito: Si bien su aldea estaba en guerra, las otras aldeas no lo estaban. Entonces, ¿por qué no asistir a otra escuela?
Azulito, emocionado, fue donde sus padres y les propuso la idea: iría a la aldea de los duendes en su alfombra mágica, de tal manera que tendría un viaje seguro. Ahí, podría continuar sus estudios y postular a la Universidad para cumplir sus sueños. Si bien sus padres lo dudaron en un inicio, terminaron por aceptar la idea y apoyarlo en todo. Fue así como Azulito emprendió su gran aventura.
Azulito llegó después de unas horas a la aldea de los duendes. Bajó de su alfombra y caminó en busca de una casa donde hospedarse. Cuando por fin encontró un lugar, se dio cuenta de algo importante: no tenía monedas para costearlo. Azulito no tuvo más remedio que vender su adorada alfombra mágica para poder costear no sólo su alojamiento, sino también el que sería su nuevo colegio.
Los primeros meses fueron muy duros para Azulito: extrañaba a su familia y el dinero le alcanzaba para lo justo y necesario. Fue entonces cuando se dio cuenta de que necesitaba encontrar un trabajo, pero ¿de qué? Todos los duendes trabajaban en sus negocios familiares y no parecían tener espacio para un trabajador más.
Un día en la escuela, Azulito se dio cuenta de que a los duendes les interesaba saber cómo eran los otros seres mágicos. Fue ahí cuando se le prendió el foquito: ¿Por qué no crear un evento donde los duendes jueguen a ser el ser mágico que deseen ser?
Azulito empezó a planificar la idea con un amigo duende que conoció en la escuela, sería este amigo quien daría su gran jardín para realizar el evento. Apenas anunciaron la idea, grande fue la acogida de todos los duendes y no solo de su colegio, sino de la aldea en general: grandes y chicos, todos estaban entusiasmados. Claramente, la entrada al evento tendría un costo y las ganancias se dividirían entre Azulito y su amigo. La fecha del evento fue nada más y nada menos que el 31 de octubre, el cumpleaños de Azulito. Él había elegido esa fecha para poder celebrar su cumpleaños junto a sus amigos ya que era también el primer cumpleaños lejos de casa.
El negocio de Azulito salió muy bien y cada 31 hacían un evento con la misma temática.
Pronto se terminaba el año y Azulito ya tenía todo el dinero necesario para poder costear la Universidad.
Cuando le llegó la carta de aceptación de la Universidad, Azulito sintió que lo había logrado y que su vida apenas empezaba. Estaba tan feliz. Regresó a ver a sus padres, quienes se encontraban mejor, pero aún sin su magia. Azulito les contó toda su aventura y les dijo que quería que se muden con él para poder cuidarlos hasta que recuperen la magia. Ellos aceptaron.
Azulito el brujito, aun sin magia, no solo pudo lograr cumplir sus metas y sueños, y encima, ayudar a sus padres, quienes no podrían estar más orgullosos de su pequeño hijo, sino que fue inspiración de muchos otros seres mágicos para superar las adversidades y cumplir sus metas.
Azulito dejó de hacer sus grandes fiestas cuando se graduó de la Universidad, pero… Quien diría que, años después, los humanos tomaríamos el mismo 31 de octubre para jugar a ser quien queramos ser bajo un disfraz. Sin querer queriendo, como diría el chavo, celebramos hoy el cumpleaños del pequeño azulito. ¡Feliz cumpleaños, Azulito!
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